El monasterio de San Juan de la Peña se
asienta en un recóndito enclave del pre-Pirineo de Huesca, rodeado por un
frondoso bosque con una excepcional variedad de especies vegetales y al abrigo
de una enorme mole de roca que pertenece a un sinclinal colgado, su enclave se
considera desde antiguo como lugar sagrado, objeto de una veneración
ininterrumpida a lo largo de los siglos, que continúa en la actualidad. Prueba
de ello es la distinción que las instituciones le han confirmado en los últimos
tiempos, con las sucesivas declaraciones de Sitio Natural de Interés Nacional
(1920), Monumento Natural (1998) y Paisaje Protegido de San Juan de la Peña y
Monte Oroel (2007), en las que el bellísimo paraje natural se considera
inseparable del monumento histórico.
En el monasterio de San Juan de la Peña, es donde interviene la tradición superpuesta a la leyenda. Se nos relata que a principios del siglo VIII un noble joven de Zaragoza llamado Voto, cayó con su caballo por el acantilado de la sierra de la Peña mientras perseguía a un ciervo por la pradera de San Indalecio. Habiéndose encomendado en su caída a San Juan, el caballo se posó con suavidad en una roca, donde dejó sus cascos marcados. A partir de ese lugar siguió una senda que le condujo a la cueva en la que yacía el cuerpo del eremita Juan de Atarés. Voto volvió a Zaragoza y con su relato convenció a su hermano Félix para vender sus bienes, hacer donación y luego retirarse como eremitas a la cueva de San Juan. Ambos murieron allí y fueron sepultados junto al beato Juan de Atarés. Tras ellos, otros anacoretas mantuvieron habitado el lugar como Marcelo y Benedicto, entre otros.
El origen legendario del Reino de Aragón también encuentra en el monasterio-cueva de San Juan de la Peña su propia historia, cuando reunidos los guerreros cristianos junto a Voto y Félix deciden por aclamación nombrar a Garci Ximénez su caudillo, quien les conducirá a la batalla por reconquistar tierras de Jaca y Aínsa, lugar este donde se produjo el milagro de la cruz de fuego sobre la carrasca del Sobrarbe.
Fue el monasterio más importante de Aragón en la alta Edad Media y en su Panteón Real fueron enterrados un buen número de reyes de Aragón. Es necesario recordar que en el momento de esplendor de San Juan de la Peña, el reino de Aragón no posee una corte oficial estable, siendo un reino itinerante. Tres son los pilares en que asienta formalmente el reino en lo tocante a edificaciones regias: una catedral (Jaca), un castillo (Loarre) y un panteón (San Juan de la Peña). Mediante el decidido impulso del rey Sancho Ramírez los tres toman especial auge a partir del año 1071, habiendo claras coincidencias artísticas entre todos ellos.
Fue también parada habitual del Camino de Santiago y
lugar de leyendas. Entre ellas destaca la que vincula este lugar con el SANTO GRIAL.
Con una clara superposición de cultos a lo largo del tiempo, San Juan de la Peña fue refugio de ermitaños, cenobio mozárabe y monasterio favorecido por el poder real en su período de esplendor, durante los siglos del arte románico. Aunque siguió manifestando gran dinamismo en épocas posteriores, testimoniado por excelentes muestras de arte gótico flamígero (capilla de San Victorián), ...
... barroco (capilla de los santos Voto y Félix,...
... el propio monasterio nuevo, construido entre 1675 y 1715 en la cercana pradera de San Indalecio)...
Hacia el año 858 García Jiménez, rey de Pamplona y Galindo II conde de Aragón favorecieron al pequeño eremitorio, haciéndose enterrar allí el rey pamplonés. En el año 920 fue consagrada la iglesia mozárabe en tiempo del conde de Aragón Galindo Aznárez II. En 959 el rey García Sánchez concedió a los monjes, derecho de jurisdicción. Sancho II García y su hijo Sancho III el Mayor continuaron con la política de protección.
Fueron cuantiosos los incendios que se produjeron en el Monasterio Viejo, por lo menos los que han quedado demostrados. Asumamos que en el Monasterio no solo vivían los monjes, también había personal trabajando y los estudiantes, por lo que perfectamente la población podía ascender a un ciento de personas. Además, había mucha madera y se alumbraban con velas y antorchas. Todo esto "hacía estar en permanente riesgo de incendio". Hubo algunos incendios menores, pero otros tuvieron grandes consecuencias. En el año 1.375, un fuego afectó al dormitorio monacal y al archivo, entre otras dependencias. En 1.494 se produjo otro que fue peor, ya que como consecuencia de la ignición, desapareció la arqueta original, adornada con piedras preciosas, regalo del Rey Sancho Ramírez, que contenía los restos de San Indalecio. Pero el incendio más grave se originó 1.675, que hizo a los monjes tomar la decisión de trasladarse en septiembre de 1682 a la explanada de San Indalecio, donde está el Monasterio Nuevo, abandonando el primitivo monasterio de San Juan de la peña. Después del fuego, la invasión napoleónica y la desamortización de Mendizábal en 1836, lo transformaron en una más de las muchas gloriosas ruinas de nuestra geografía.
Comenzamos nuestra visita y nada más traspasar la actual puerta de acceso al monasterio, una escalera de piedra nos lleva en corto descenso al nivel del pavimento de la designada "SALA DEL CONCILIO", así denominada por sospechar que se celebró en ella un falso concilio en tiempo de Ramiro I (1057). Este espacio edificado en tiempo de Sancho el Mayor, era en realidad el dormitorio de los monjes y fue reconstruido en el siglo XI.
Este espacio tiene una forma trapezoidal y se
estructura a base de cuatro tramos cubiertos con bóveda de medio cañón. Unos
ventanales en el muro de los pies iluminan de forma tenue el interior de la
estancia, logrando darle un aspecto de misterio a este lugar. En principio se
cubrió con madera, siendo sustituida por bóveda de piedra. Las actuales bóvedas
son del siglo XV, posteriores a su primer incendio.
La cabecera de estos tramos la forma la propia roca, donde los ríos que bajan por el Peña Oroel llegan al monasterio deslizándose, formándose un pequeño estanque en el que algunos turistas lanzan monedas a modo de fuente de los deseos.
La comunicación con la iglesia inferior es a través de una puerta mozárabe de arco de herradura muy estilizada.
Puerta de paso desde la iglesia mozárabe a la sala del concilio. |
El pilar cruciforme que arranca de los escalones es, al igual que los pies del templo, de una fase posterior, coincidente con la fábrica de la Sala del Concilio con la que comparte estilo.
La cabecera del templo mozárabe se decoró con unos frescos que muestran escenas del martirio por crucifixión de los Santos árabes Cosme y Damián, ambos patronos de médicos y cirujanos, y víctimas del tirano Lisias.
Se pueden reconocer numerosas conexiones entre las pinturas de San Juan de la Peña y las pinturas murales que decoran el panteón real de la Colegiata de SAN ISIDORO DE LEÓN (enlace a nuestra publicación), que parecen ser obras muy cercanas en estilo y cronología. Se descubren conexiones básicas en el color blanco que sirve de fondo a ambos conjuntos pictóricos, en la forma y disposición de las letras que identifican a los protagonistas, en la manera casi idéntica de representar algunas arquitecturas y en algunos detalles singulares: las bandas coloreadas que enmarcan las escenas, surcadas por líneas de puntos blancos; y las formas vegetales que decoran el intradós de los arcos. Estas similitudes se confirman por la familiaridad de estilo y colorido que manifiestan algunas figuras humanas y por la reiteración de unas fórmulas semejantes en los gestos y atuendos de algunos personajes, como demuestra la figura de Damián orientado hacia el ángel.
Tiene un paralelo en la figura del profeta Enoc pintado en el panteón leonés. Según la teoría más aceptada, las pinturas del panteón real de San Isidoro fueron realizadas hacia 1100, durante el reinado de Alfonso VI (1065-1109). Ello lleva a situar la realización de las pinturas de San Juan de la Peña bajo el mecenazgo del rey de Aragón Sancho Ramírez (que era primo de Alfonso VI) con anterioridad a 1094, cuando tiene lugar la segunda consagración del templo románico. El paralelismo de ambas realizaciones se refuerza por el hecho de que San Juan de la Peña fuera también entonces panteón real, escogido por la primera dinastía de los reyes de Aragón.
El Profeta Enoc Imagen recogida de httpsblogderomanico.es15-diccionario-de-simbolos-p |
Volviendo al hall de acceso, unas empinadas escaleras nos llevan ahora al PANTEÓN DE NOBLES de ese nuevo monasterio.
Junto al panteón real hubo también un panteón de nobles, del que se conservan veinticuatro nichos de estilo románico y numerosas inscripciones funerarias.
La inscripción funeraria más antigua corresponde al enterramiento de Fortuño Blasco y su mujer, grabada en la imposta que culmina la primera fila de nichos, que lleva la fecha de 1082; prueba de que al menos esta primera hilera ya estaba construida entonces. Le siguen cronológicamente la inscripción funeraria de Fortuño Enecones, que no lleva fecha, aunque se sabe que este noble murió en 1089; la de Lope Garcés, que lleva la fecha de 1091, y dos laudas fechadas en 1123.
La decoración escultórica de este espacio se corresponde muy bien con la cronología de finales del siglo XI y principios del siglo XII que indican las inscripciones sepulcrales.
Los arcos que rodean los nichos de la fila superior apoyan en graciosas figurillas humanas, de animales, y columnillas; los propios nichos albergan figuras de cruces, florones, animales mitológicos e incluso una escena de contenido funerario, que parecen obra de artistas locales.
Efectivamente, el nicho que representa el sepelio de un difunto, manifiesta una composición muy similar a la empleada en el frente principal del sarcófago de doña Sancha, hermana del rey Sancho Ramírez y fallecida en 1097, enterrada originalmente en la cercana iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós. No en vano, las tres escenas que componen el frente de este sarcófago aparecen adaptadas al espacio del semicírculo en el nicho pinatense, sin olvidar las figuras de animales mitológicos enfrentados (al parecer grifos), que también se encuentran en el citado sarcófago, en uno de sus laterales.
Imagen del Sarcófago de Doña Sancha recogida de: httpsculturadearagon.eswp-contentuploads202405image_gallery-143.jpeg |
Por otra parte, en los nichos de la fila inferior destacan dos figuras de animales, respectivamente: un grifo y un felino inscritos en círculos, y un crismón cuya circunferencia exterior aparece ornada por cuentas.
Son abundantes las lápidas conmemorando la defunción de algún personaje o miembro de la comunidad monástica que podemos hallar empotradas en el muro del panteón de nobles. Algunas de ellas fueron reutilizadas borrando la inscripción primitiva y reescribiéndolas.
Y otra en forma de palmeta.
También hay un escudo heráldico de los Abarca.
Nos dirigimos ahora al viejo PANTEÓN REAL MEDIEVAL, donde reposan
los primeros reyes de Aragón, un importante sitio histórico que ha sido
acondicionado para la visita pública.
Alrededor del primer templo debió ir formándose una necrópolis, testimoniada por el osario que hasta no hace mucho tiempo existía en la sala del concilio, en una oquedad de la roca. La Crónica advierte además que, por su fama de santidad, el primitivo cenobio fue escogido como lugar de enterramiento, ya en los siglos IX y X, por los reyes de Navarra García Íñiguez, Sancho Garcés II Abarca, gran benefactor del centro, y García Sánchez II el Temblón. Y más tarde por los reyes de Aragón.
En este espacio se exhiben varias laudas sepulcrales y se proporciona información detallada sobre el linaje de los monarcas aquí enterrados. Además, se presentan los resultados de estudios realizados a los restos exhumados, lo que añade un valor histórico y científico al recorrido.
El panteón, además de ser un lugar de descanso para la realeza aragonesa, también ofrece un anexo conocido como la MASADERÍA. En este espacio que fue la antigua cocina, situada bajo la peña ennegrecida por los humos, se exponen tres losas de sarcófago junto a las imágenes de los reyes aquí enterrados: Ramiro I, Sancho Ramírez y Pedro I, (Alfonso I el Batallador y Ramiro II el Monje, están sepultados en SAN PEDRO EL VIEJO DE HUESCA).
Todo este espacio fue remodelado a finales del siglo XVIII, con el beneplácito de Carlos III, construyendo, a la izquierda del altar mayor del templo románico, un nuevo PANTEÓN REAL DE ESTILO NEOCLÁSICO, conservando sólo algunas de las tumbas originales en la zona más profunda de la cueva.
Esa obra dejó oculta la verdadera necrópolis real, de la que hoy sólo podemos contemplar una pequeña parte.
Tras una pequeña abertura, se pueden advertir un osario, con restos para ser analizados.
Diversos objetos de adorno se hallaron junto a los restos. (Un dado de marfil y varios anillos de oro, uno con piedra reutilizada de época romana).
La cubierta de la losa de la tumba de Pedro I posee adornos florales. De ella se sacó el siglo pasado el anillo del monarca.
Anillo de Pedro I fotografia recogida de httpmuseodehuesca.escoleccionesobras-seleccionadasanillo-de-oro |
En la parte externa del anillo, en negativo, el anagrama PAX inciso que hay que interpretar como símbolo trinitario y no como PAZ. Esta inscripción serviría para sellar documentos.
Anillo de Pedro I.reverso fotografia recogida de httpmuseodehuesca.escoleccionesobras-seleccionadasanillo-de-oro |
La sala principal muestra la casaca mortuoria del Conde junto con una reproducción facial del mismo.
En las otras dos salas se encuentran restos arqueológicos y arquitectónicos aparecidos en el entorno del Monasterio, entre los que destacan capiteles y fragmentos de decoraciones que pertenecieron al claustro, la iglesia alta u otras estancias que hoy han desaparecido.
Capitel decorado con escena de lucha entre dos serpientes aladas y un grifo (s. XI - XIII). |
Capitel decorado con pareja de leones en actitud de lucha (s. XI - XIII). |
El siguiente capitel es una reproducción
del ubicado en el lado oeste del Claustro. Representa a Jesús en el momento de
su entrada triunfal en la Ciudad santa de Jerusalén. El hecho de que Jesús
monte sobre un burro tiene varios significados: por un lado, este animal encarna
la humildad, ya que es el medio de trabajo del pobre; y por otro, simboliza la
llegada de la paz.
La ciudad de Jerusalén está representada de forma muy esquemática por un edificio fortificado y la multitud por unos pocos personajes, ya que la escena debe adaptarse a la forma y reducidas dimensiones del capitel.
También se exhibe un fragmento de pintura
mural de la Capilla de San Victorián (s.XIII).
El más destacado testimonio del momento de esplendor del monasterio a finales del siglo XI es la IGLESIA ROMÁNICA dedicada a San Juan Bautista y por la que seguimos nuestra visita.
Una construcción acorde con los cánones de la arquitectura
cluniacense, con su cabecera de triple ábside empotrada en la cueva, ante la que
se abre la nave dividida en tres tramos, de los cuales, el del centro más
ancho, está cubierto por la propia peña, y los dos restantes con una bóveda de
medio cañón es fruto de diversas restauraciones, siendo ligeramente de mayor
tamaño el altar central, dedicado a San Juan, respecto a los dos laterales,
bajo la advocación respectivamente de San Miguel y San Clemente.
Se trata de una construcción característica del arte románico vinculado
al círculo cortesano jaqués. Así lo indica la arquería ciega que articula los
medios cilindros de los ábsides, con paralelos en la iglesia de San Pedro del
Castillo de Loarre.
En uno de los capiteles de sus arcos de embocadura, en la actualidad muy deteriorados, se simboliza, en su parte frontal, representaciones de carácter narrativo. Se trata de un pequeño relieve conservado en el capitel derecho (entre los ábsides central y de la epístola), que muestra la figurilla de un hombre llevando una cazuela y un objeto circular en sus manos, cogido de los cabellos por un ángel (muy destruido), que se identificó con un pasaje del Antiguo Testamento: el profeta Habacuc, en el momento de ser llevado por un ángel hasta Babilonia con un caldero y un pan para alimentar al profeta Daniel, prisionero en el foso de los leones. La iconografía de Daniel en el foso de los leones hunde sus raíces en el arte prerrománico y tuvo una amplia difusión en la plástica románica internacional. Además, fue característica del arte jaqués.
Captura del PDF San Juan de la Peña. Fundación de Santa María la Real. |
La
actual iglesia alta, especialmente su cabecera, fue construida por orden del
rey Sancho Ramírez y fue consagrada el 4 de diciembre de 1094,
cuando ya reinaba su hijo Pedro I.
La ofrenda fue realizada por el Arzobispo Amato de Burdeos, contrastando la
primera celebración de la liturgia en rito romano en Hispania, sustituyendo al
antiguo rito mozárabe. Este hecho reforzaba la alianza de Sancho Ramírez con el
Papado, otorgándole el título de "Cristianísimo Príncipe".
La triple cabecera, recorrida horizontalmente por una línea de imposta ajedrezada, queda articulada al interior en su registro bajo mediante arquillos ciegos de medio punto sobre columnas y capiteles de gran sencillez.
Llama igualmente la atención, que los
dos absidiolos laterales quedan comunicados con la central a través de estrechos
arquillos de medio punto sobre capiteles bastante desfigurados, como los de los
arquillos ciegos que rodean los altares.
En el altar mayor se muestra una representación del SANTO GRIAL, que como cuenta la tradición. Acisclo, obispo de Huesca, ante el avance infiel huyó de la ciudad hacia el norte junto con su sobrina Santa Orosia, llevando el Grial hasta la ermita de Yebra de Basa. que desde el año 553 estaba custodiado en la Iglesia de San Pedro el Viejo de Huesca, llegado a la localidad junto a las reliquias de San Lorenzo, natural de esa ciudad. La Ruta del Santo Grial discurre por varios lugares de la provincia de Huesca. Los posteriores enclaves que acogieron el Santo Cáliz fueron San Pedro de Siresa y San Adrián de Sásabe, hasta llegar en el año 1014 a la iglesia de San Pedro de la Sede del Real de Bailo. De aquí viajaría a la catedral de Jaca y posteriormente al Monasterio de San Juan de la Peña, donde se custodió durante más de tres siglos, entre los años 1071 al 1399.
El muro occidental de la iglesia fue modificado durante una reforma posterior, donde se abrieron tres ventanas altas que flanqueaban una ventana central original.
Esta apertura probablemente funcionaba como una puerta elevada que conectaba la iglesia con otras estructuras monásticas, ahora desaparecidas, y que desde el exterior parece una ventana más.
Durante obras de acondicionamiento alrededor del templo, en la actual carretera, se descubrió, bajo el nivel del suelo, una gran superficie que corresponde a una sala bajo el pavimento actual, lo que confirmaría la existencia de otras estructuras monásticas
Ahora salimos al CLAUSTRO, situado al costado derecho de la iglesia románica, por un vano de apariencia mozárabe que comunica la iglesia con el corredor, una puerta que, según muchos especialistas, podía haber sido trasladada desde la iglesia inferior.
Posee dieciocho dovelas muy bien trabajadas que forman un arco de herradura. Sobre las mismas con cuidada letra se puede leer: PORTA PER HA(N)C CAELI FIT P(ER) VIA CVQVE FIDELI + SI STVDEAD FIDEI IVNGERE IVSSA DEI (Por esta puerta se abre el camino de los cielos a los fieles + que unan la fe con el cumplimiento de los mandamientos de Dios).
En las paredes del claustro que limitan con la iglesia, una gran cantidad de laudas funerarias recuerdan a quienes aquí dedicaron su vida a la oración. La más antigua de ellas se halla nada más salir al claustro a la izquierda. Corresponde al obispo Sancho de Jaca, muerto en el día 10 de las calendas de diciembre de la Era 1021 como se puede leer en su inscripción.
El claustro de San Juan de la Peña es uno de los espacios más emblemáticos y cautivadores del monasterio.
Originalmente contaba con cuatro galerías de arcos de medio punto dispuestas en torno a un patio rectangular, cuyo centro estaba adornado por una fuente, hoy desaparecida.
Aunque la fuente original ya no existe,...
Imagen recogida de: httpswww.romanicoaragones.comcolaboracionessjp2.jpg |
... el agua aún brota en el lado sur, bajo la roca.
Actualmente, solo se conservan dos de las arquerías, las situadas en los lados norte y este del rectángulo, ya que las otras dos fueron destruidas durante alguno de los devastadores incendios que asolaron el monasterio a finales de la Edad Media. Pese a estas pérdidas, el claustro sigue siendo un espacio de singular encanto, donde la historia y la naturaleza se entrelazan de manera única, evocando el pasado monástico de este lugar sagrado.
La
zona demolida del claustro de San Juan de la Peña fue reconstruida en época
moderna utilizando funcionales arquerías de ladrillo. No obstante, su estado
actual se debe a la restauración llevada a cabo en los años 30 del siglo XX por
el arquitecto Francisco Íñiguez Almech, quien consolidó las arquerías
originales y desmanteló la obra moderna. Además, instaló una serie de fustes y
capiteles recuperados de la zona destruida sobre el podio del lado sur. Esta
parte del claustro, con su conjunto escultórico y arquitectónico, se ha
convertido en la zona más fotografiada y emblemática del monasterio.
El muro del lado norte, que en su origen era mucho más alto, se desplomó con el tiempo, permitiendo ahora una vista clara del claustro desde el exterior.
De ese muro solo quedan algunos fragmentos, entre ellos, los restos de lo que podría haber sido una puerta, evocando la magnitud de la estructura original.
En
la ornamentación del claustro trabajó el conocido Maestro de Agüero, célebre
por su estilo característico. Este artista, que inició su carrera en la
población de Agüero, es reconocido por el delicado acabado de las vestimentas
de las figuras que esculpía, así como por los llamativos ojos "de
insecto" de sus personajes, que son desproporcionados en relación con el
resto del cuerpo. Se cree que el Maestro de Agüero trabajó en el claustro entre
los años 1145 y 1175, contribuyendo de manera notable a la riqueza artística y
espiritual del monasterio.
El claustro de San Juan de la Peña está compuesto
por arcos de medio punto que descansan sobre capiteles bellamente tallados,
muestra de la habilidad artística de la época. Sobre estos arcos se encuentra
una moldura decorada con el característico ajedrezado jaqués, un motivo
ornamental típico del románico aragonés. El fuste de las columnas presenta una
particularidad: en algunas ocasiones es simple, mientras que en otras es doble,
lo que añade variedad y riqueza visual al conjunto arquitectónico.´
Lamentablemente, no todas las galerías del claustro
se conservan en su estado original. La galería del lado sur cuenta con solo
algunos arcos, mientras que la del lado este ha desaparecido por completo. Las
galerías de los lados norte y oeste han sido reconstruidas en gran parte, lo
que ha permitido mantener la estructura del claustro aunque con evidentes
intervenciones modernas. Pese a estas pérdidas, el claustro sigue siendo un
lugar de gran belleza, evocando el esplendor del monasterio en su época
medieval.
El recorrido del claustro de San Juan de la Peña comienza en la puerta mozárabe que comunica con la iglesia. Desde este punto, el visitante es recibido por un conjunto de capiteles que narran escenas del Génesis.
El primer capitel ilustra la creación de Adán y Eva: se observa a Dios a punto de extraer la costilla de Adán para crear a Eva, quien aparece en la otra esquina del capitel.
Al otro lado del pilar, se representa a Eva siendo expulsada del Paraíso, aunque la parte superior de la escena está deteriorada. A su lado aparece la serpiente, y en el centro del capitel se encuentra Adán, arrepentido de haber comido el fruto prohibido. En el siguiente capitel, se representa a Adán y Eva fuera del Paraíso con sus hijos, Caín y Abel, labrando los campos y cuidando de animales.
El ciclo continúa con escenas de la infancia de Jesús. El primer capitel de este ciclo presenta la Anunciación, la Visitación, el nacimiento de Cristo y la anunciación a los pastores. En la Anunciación del arcángel Gabriel a la Virgen de su próxima maternidad se aprecia claramente el gesto de sorpresa de María, asustada ante la presencia del mensajero de Dios. Lleva éste en su mano derecha una cruz que, apropiadamente, se vincula al futuro destino del Hijo de Dios y flexiona su rodilla en señal de respeto y reconocimiento a María, la Nueva Eva, como fue nominada por los teólogos, que redimirá el pecado de la Primera Mujer. Esa cruz es la transformación del bastón, un atributo habitual de los mensajeros de Dios que, en este caso, sirve para anunciar el futuro del Hijo de Dios. Con esta escena suele comenzar el ciclo de la infancia de Jesucristo.
La siguiente es la de la Visitación, que se representa de la forma habitual, esto es, con el abrazo de María y su prima Isabel.
El siguiente capitel muestra el sueño de José.
Seguido
por una representación de las puertas de la ciudad de Belén desde la
que asoman cabecitas,
En uno de los lados, dos escribas consultan un pergamino desenrollado donde figuran las profecías sobre el nacimiento de Cristo.
Y en el frente, lo que algunos opinan que se trata de la matanza de los inocentes, más la escena es desconcertante, puesto que es evidente que el agredido no es un niño como sería de suponer por la temática del capitel. Se ha propuesto que fuera el reflejo de un hecho real, una pelea entre canteros que trabajaban en el claustro aprovechada como metáfora de la violencia.
Le sigue el ciclo del Bautista. Donde el primero parece narrar el martirio de San Juan Bautista. se muestra como preso en el casillo de Herodes.
Con la bailarina Salome, que había solicitado su
cabeza, en la esquina derecha.
El segundo representaría una escena de la Epifanía, de la que solo quedan dos Reyes Magos a pie y un Ángel, que les insinúa sobre la contrariedad de comunicar a Herodes el lugar donde se encuentra Jesús.
El tercero, mal colocado durante la restauración, muestra a los tres Reyes Magos a caballo camino de Belén.
El siguientes ciclo está dedicado a escenas de la vida pública de Jesús. En el primer capitel del ángulo nordeste se ve a Cristo siendo tentado por el demonio, ultimo personaje de la derecha, esta alimaña en el bestiario medieval se identifica con el mal. El capitel está muy deteriorado.
En el doble pilar angular, se representa una escena de Cristo caminando sobre las aguas hablando y bendiciendo a sus elegidos de entre los pescadores del lago Tiberíades.
Al otro lado del doble pilar, se representa el hecho bíblico del Milagro de la conversión de agua en vino en las bodas de Caná.
Es uno de los capiteles más importantes y mejor conservados del monasterio. Además, pudimos contemplar una reproducción en el museo.
Seguido por una representación de la Última Cena, donde Jesús entrega un trozo de pan a Judas, señalándolo como el traidor, mientras Judas intenta llevarse un pez, símbolo de Cristo.
Con la escena del lavado de pies en la parte posterior.
Este bloque concluye con un capitel dedicado a la traición de Judas, este sin gorro, tramando la entrega de Jesús con los miembros del Sanedrín. Uno de los sacerdotes lleva una bolsa triangular con los "treinta denarios" por el pago de su traición.
En el lado sur del claustro, los capiteles ya no pertenecen al Maestro de Agüero, sino que presentan un estilo más sencillo. En el doble pilar del ángulo suroeste, se representa a unos monjes con libros en las manos.
En el otro aparece Cristo dentro de una mandorla, rodeado de ángeles.
También hay capiteles con aves mitológicas, escenas de personas cargando cestos, y otros con aves picándose la cabeza entre sí. De aspecto arcaico y orientalizante, pertenecen a los capiteles más antiguos del claustro. Son los denominados por Lacarra "Capiteles de estilo Jaqués" datables hacia 1120 - 1130. A los apuntados se suman los dos existentes en el museo (Leones y formas vegetales).
El resto de los capiteles, los atribuidos al maestro de Agüero o a su escuela, son datables hacia 1185 - 1195. Según Lacarra, proceden de un taller tardo románico con estilo procedente del ámbito de SANTO DOMINGO DE SILOS (enlace a nuestra publicación).
Un capitel en esta zona, fuera de contexto, pertenece al Maestro de Agüero y forma parte del ciclo de Juan Bautista, aunque está muy deteriorado. En él se representa el bautismo de Cristo en el Jordán.
En el ángulo sudeste del claustro se levanta la capilla gótica de San Victoriano.
En nuestra visita, años 80 del siglo XX. |
En nueva vista (2024) intentando emular la pose. |
Se construyó en el siglo XV y en ella reposan los restos de algunos abades del
monasterio. En uno de los muros se pueden ver fragmentos de pinturas murales y
de un crismón.
Es de estilo neoclásico y en su interior conserva un retablo del 1631 en que se representa el momento en que se encontró el cadáver del ermitaño Juan por parte del santo.
TODA
LA INFORMACIÓN INCLUIDA EN ESTA PUBLICACIÓN, HA SIDO RECOGIDA DE LOS SIGUIENTES
ENLACES:
https://es.wikipedia.org/wiki/Real_Monasterio_de_San_Juan_de_la_Pe%C3%B1a
https://www.romanicoaragones.com/0-Jacetania/25-SanJuanPena.htm
https://www.romanicoaragones.com/0-jacetania/27-SanJuanPena02.htm
https://www.monasteriosanjuan.com/
http://www.arquivoltas.com/crismones/00-Crismones-SJP.htm
https://www.romanicodigital.com/sites/default/files/pdfs/files/San%20Juan%20de%20la%20Pe%C3%B1a.pdf
https://fotografosenzaragoza.wordpress.com/2017/04/30/san-juan-de-la-pena-cuna-de-aragon/
https://www.arteguias.com/monasterio/sanjuanpena.htm
https://www.aldeaglobal.net/alu510/castella/Arago/san%20juan%20de%20la%20pena%20claustre.htm
https://www.monestirs.cat/monst/annex/espa/arago/cjupeC1.htm
https://www.romanicoaragones.com/colaboraciones/colaboraciones034sjp.htm
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